Estudiar es un derecho y elegir como hacerlo también.
En las dos entregas anteriores de la sección de educación, hablamos del sistema Braille y del apoyo de las nuevas tecnologías, como dos instrumentos fundamentales, a los cuales tenemos derecho de acceder; además, deben ser considerados como complementarios en NUESTRA educación. De ESTA MANERA, destacamos que es indispensable entender que uno no sustituye al otro, sino que por el contrario, ambas son herramientas utilizadas para poder gozar del derecho a la educación. Tanto el apoyo de las nuevas tecnologías como el sistema Braille son necesarios y el acceso a estas herramientas es un derecho.
En el artículo anterior también hicimos un fuerte hincapié en la necesidad de que se respeten las elecciones de cada estudiante. Cada persona a lo largo de su trayecto de aprendizaje vamos escogiendo las herramientas y formas de estudio que nos son más acordes al propio recorrido. Así todos los y las estudiantes creamos nuestra propia trayectoria particular, por eso se nos debe garantizar el derecho de construir y desarrollar nuestra propia manera para estudiar, como así también contar con las herramientas que nos brinden resultado y con las cuales estemos más cómodos.
De esta manera, buscamos destacar que si hablamos en clave de derechos, es necesario que se respeten las elecciones particulares de nosotros los estudiantes, en utilizar las herramientas que consideremos pertinentes, y que no se eliminen alternativas de estudio. Con esto último queremos poner en evidencia, experiencias de muchos y muchas estudiantes que han atravesado la quita de alternativas de estudio. Un buen ejemplo de lo expuesto, ocurre en el aprendizaje de idiomas, donde en algunas ocasiones se brinda la posibilidad de estudiar con el sistema Braille pero sin el apoyo de las nuevas tecnologías, en caso que los estudiantes las necesitáramos o quisiéramos valernos de ellas. En otras situaciones se produce a la inversa, sin permitirles a los y las estudiantes que podamos usar el Braille en el aprendizaje. Así mismo, podemos encontrarnos con otros casos, en los que solo se permite utilizar la técnica de la oralidad, teniendo como argumentación que a las personas con discapacidad visual nos resulta mucho más simple y eficiente realizar el proceso de escuchar y repetir la fonética, sin tener en cuenta que cada persona es un caso particular.
A partir de estas situaciones, que pueden y deben ser entendidas como vulneración de derechos, vemos que muchos estudiantes se encuentran con limitaciones que impiden la elección de los métodos y las herramientas que les resultan más significativas y que les dan mayores resultados para desarrollar sus estudios. Así no es posible ejercer la educación como un derecho fundamental, porque de esta manera se están eliminando alternativas de estudio, impidiendo gozar del derecho a la elección de herramientas que son fundamentales. Por lo tanto para revertir esta situación que le ocurre a muchos estudiantes, es indispensable aceptarnos a los estudiantes ciegos y con baja visión como sujetos de derecho, tan iguales y a la vez tan particulares como somos cualquier persona. Así también, es necesario abandonar el modelo bancario de la educación, que entiende que el docente debe volcar conocimientos en sus alumnos, como si fuera el poseedor de una verdad objetiva y absoluta, para pasar a otra manera de entender la educación, valorando los saberes, deseos y experiencias de los estudiantes y entendiendo al conocimiento como una construcción social y al aprendizaje como una invitación a construir saberes de manera colectiva, siempre sujetos a duda.
Reconocer el derecho de los estudiantes con discapacidad visual a transitar sus trayectos educativos particulares, implica entender el importante apoyo que nos brindan las tecnologías y el sistema Braille. Estos deben complementarse y estar disponibles en todo momento, a partir de una necesaria coexistencia que nos permita a los estudiantes la elección de las herramientas que creamos más convenientes utilizar para acceder a la educación como derecho.
Autores: Caruso Hernán y Taborda emiliano
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